lunes, julio 06, 2020

De cordura y su envés



La locura sólo está loca cuando en vez de hacer-se colectiva, se hace individual. Ahí es cuando la locura se vuelve loca: en condiciones de poca luz y humedad. Ilusamente, nos preguntamos ¿y si perdiésemos la cordura? -como si alguna vez la hubiere habido, y como si pudiera pasar cosa tal de perderla. Quizá lo que se abandona en la locura no es la cordura, sino las múltiples formas de dominación (Consejo: vaya lento por las piedras). Y a veces pasamos tanto tiempo jugando a hacernos lxs cuerdxs, como si no supiéramos que la cordura cubre, instala y constituye un orden político, una economía política de los cuerpos y su normalidad, así como una administración de los tiempos (¡1, 2, 3!) para existir. Los tiempos de nuestra existencia se nos devuelven fragmentados, ordenados, calientitos en una caja de pizza -y además, nos llegan por delivery, para evitarnos las molestias de construir nuestra propia temporalidad existencial. ¿Desde cuándo se volvió tan nuestra esa palabra imperial? Yo todavía pido a-domicilio -cuando pido, claro- domicilio todavía me es un vocablo juguetón que suena arribista, porque de pronto mi casa pareada de villa se volvió una casa elegante, con patio y todo, "Sí, a domicilio", -digo orgullosa de mi casa con ampliación avalada por la ley de mono-. El tiempo bien medido y clasificado, no sólo instala el itinerario de la normalidad, sino que también, como envés, instala una proyección, un futuro cierto, la arquitectura de un por-venir ¿El futuro es hoy? ¿Es el futuro cierto? ¿Será que el futuro no es más que el eco de una onda que al reverberar contra un muro, nos devuelve la impresión de aquello que aún no existe, pero que estamos haciendo existir? ¿Será que el futuro sólo nos devuelve una potencia, una posibilidad, que se hace carne en el presente?


[sin foto]

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