martes, noviembre 20, 2018

Menstruación


-¡Felicidades! Te enfermaste!

Esas fueron las expresiones de mi madre cuando una avergonzada y onceañera yo, que luego de darse tantos rodeos, por fin había podido decirle que el momento rojo había llegado. Ni siquiera le dije ese primer primer día, tenía tantos sentimientos encontrados que no podía aún vomitar. Haberme enfermado, como decía siempre ella, fue uno de los primeros mensajes que me hizo saber con fuerza que ser mujer no tiene tanto que ver con el cuerpo, sino con ocupar un lugar esquizoide en donde la enfermedad se recibe con felicidad. Entre tantos otros mensajes esquizos que he aprendido a des-inscribir de mi piel.

Si con eso y todo, me hubiera podido poner contenta por mi reciente enfermedad, tampoco hubiera podido divulgarlo a voces, pues la sangre es una cosa de la que no se habla. La sagre es sucia, asquerosa -aprendí rápidamente, de sangre no se habla en la mesa, ni con los hombres, menos con la pareja, escasamente con las amigas. La sangre es eso que hay ocultar aunque todxs sepan, es aquella sustancia que marca nuestros cuerpos y designios, que tiñe nuestros devenires a nivel societal. La sangre es la tinta que escribe con mayúscula que nuestros cuerpos no son nuestros, sino un territorio por ocupar.

Felicitarme por mi nueva enfermedad mensual y crónica no era más que la reafirmación cruel y esquiza de mi entrada a aquél club femenino destinado a vivenciarse desde el dolor, el silencio y el ocultamiento. Mi bienvenida al secreto club de las mujeres, nunca más niñas, me enseñaba mediante una pedagogía ausente que sangramiento no es lo mismo que desangramiento, pero que al fin y al cabo, me habrían de ser igual. Con alas, sin alas, nocturnas, normales, ultrafinas, invisibles, con olor a manzanilla, con bolsa que no suena, con florcitas, para abudantes, para colaless. Tantos diseños para algo que no puede ver nadie, que no se puede hablar con nadie, para algo que hay que ignorar. Florcitas aromáticas para disfrutar en lo secreto, antes de que se ensucien con la marca de lo que construyeron como nuestro destino por naturaleza.

A mis jóvenes once años entendí que los cuerpos son mucho más que piel y carne, que eso es precisamente lo menos relevante del asunto, porque los cuerpos son pura escritura e inscripción social. El mío, condenado a ser escrito con tinta roja, pudo encontrar luego de muchos años, nuevas matrices de significado para entenderse y producirse. Ahora no me enfermo, ahora menstrúo. Me curé de la enfermedad. Ahora menstruar es una cosa de lunas y de la que sí se puede hablar. La menstruación se transita con las amigas, se habla de la copa -y no de vino, en la mesa; la tinta roja ahora se puede usar para colorear. No es una cuestión de mistificación ni de esencialismo, es una celebración de saber que el cuerpo está bien vivo. Espero con ansias el cíclico primer día.

Miro a mi madre, le digo que estoy menstruando. Ella todavía reacciona con un palpitar casi imperceptible en el párpado izquierdo cuando hablo de menstruación y no de enfermedad, de menstruar y no de mounstruar, más aún si es en público. He desarmado mi mounstruoso cuerpo enfermo y sucio, lo he purificado en humos, lo he tejido denuevo, desde otros lugares y con otros colores. Tuve que desarmarme, desanudarme, desandarme para hacerme otra vez. Tuve que borrar significados con los que aprendí a crecer, por aquellos que aprendí a vivir. La órganica tinta roja que desciende de mí en las lunas llenas es ahora la reafirmación absoluta de que toda construcción de sentido y con ello de cuerpo, ocurre en el acontecer de lo común, en-y-entre la vida social; que hay otras circulaciones de sentido posibles para explicar nuestros cuerpos y en ello reinventarlos a nuestro gusto y parecer. Si hemos de hacer que nuestra vida sea nuestra obra, cobra sentido partir por el cuerpo.

Cada menstruación me recuerda la posibilidad que tenemos de recogernos, de refugiarnos, de depurar nuestros espíritus agitados y volver a comenzar; me pone de manifiesto que podemos elegir nuestras existencias una y otra vez, como acto de goce y de responsabilidad. Cada menstruación que no me enferma, sino que me recuerda que la potencialidad de mi cuerpo no es la reproducción, sino el permanente renacimiento, el tránsito entre estados y mundos diversos, que me producen como su expresión una y otra vez, ¿o es que los produzco yo?

Hoy al vaciar mi copa, miro mi sangre brillante y roja y me digo "¡Felicidades, te llegó la lunación!"


Image result for menstruacion sangre

lunes, noviembre 12, 2018

Diciembre termina con H (Por Luna y Bestián)


Escritura cadavérica colectiva, por Luna Grandón y Bestián Besnier


La escuela es una cárcel, leí ya de grande. Grande es una palabra gigante. Gigante es una palabra pequeña. De escribir y de sinónimos poco entiendo. Quizás de ortografía recuerdo más. Recuerdo aprender en la cárcel a hacer la H. Tengo el recuerdo vivo de escuchar que la H es muda (ironía) de una profesora que poco callaba. La H es muda, me repetía, para qué carajo usan una letra que es muda. Yo las dibujaba con boquita, con un círculo al medio, así podían hablar. Esto me dio vueltas muchos días mientras aprendía a dibujar la letra, de pequeña, sentada en una escuela cáustica y fría. Cuando mi padre vio los circulitos en la línea horizontal de todas mis H, no dijo nada y ahí comprendí un poco más. La H es muda; la H es para callar. Crecí como una H, pequeña, y con el tiempo vi que mi padre era una enorme frase sólo compuesta por Hs; él con sólo callar hacía eco agrio en todas las habitaciones.

Aquél eco ensordecedor me hacía recordar que yo sólo era una H aislada, solita, huacha; yo era la hija mestiza, chola, quiltra, regalá, que el buen corazón de madre evangélica (que con el tiempo convenció a padre cuasi evangélico) abrazó sin reparos. De todos modos, crecí muda y no porque no tuviera nada que decir, sino que nunca aprendí a ser la dueña de mis propias palabras. 

Con papá cenábamos todas las noches en silencio al lado de una mesita alta y negra. Sobre la mesita alta y negra había un marco. El marco enmarcaba un espacio vacío, de fotografías nada. Habíamos llegado hace poco a esa casa, escapando de la otra, olvidando la otra casa, una casa helada hasta los pies. Por eso tomábamos sopa en febrero. El sonido de los tenedores chocando con los platos me inquietaban. Mi padre sorbeteaba la sopa y miraba hacia el frente, hacia una ventana que nada tenía para mostrar.

                 - ¿Por qué ya no hay fotografía en el marco? 

Mi padre sólo supo callar. Claro, después de todo, él era H en esencia, y más bien muchas. En ese sentido, al menos siempre me sentí orgullosa de que lo mío era más bien algo como un mutismo selectivo que, si bien no me había ayudado a hacer amigos o amigas, me había permitido ser acompañada por gente que comprendía el gran valor del silencio. Como Pedro, él nunca me preguntó nada. Sólo me contaba sus cosas y me miraba con ojitos enamorados que yo nunca correspondí. Estoy segura de que cuando íbamos al parque Saval de Valdivia, él tiraba moneditas a las flores de loto deseando nuestro amor eterno, y yo, bastante más banal, sólo deseaba que al llegar a casa estuvieran tocando algún especial de Pink Floyd por la radio. Pobre Pedro, supe que se mató en auto hace un par de días, porque un tipo borracho lo desbarrancó a más de 100. 

Por esos días papá comenzó a leer la biblia. En un sillón, en una esquina de la casa. Una biblia ajada y que pequeños trozos de hojas amarillentas quedaban en sus dedos al cambiar de página. Leía en silencio, limpiándose a ratos las hojas de los dedos y del regazo. Por esos días también comencé clases de teatro (terapia, le decía la terapeuta) y cuando llegaba a la casa debía detenerme. Papá me chistaba si intentaba practicar con él en la casa. Un día no me calló, sino que empezó a cantar un versículo de Pedro el apóstol, Pedro el no-hermano, y algo sobre Pietro, como se decía en latín y que era la piedra angular y yo lo miré con una mueca de lágrimas, pero él solo sonrió mientras se persignaba hacia el cielo. 

No sé por qué recuerdo estas cosas. Debe ser porque, más allá del cuestionable contenido bíblico citado, al fin algo en papá rompió su silencio. Y eso me hizo creer que si él podía romper con su propia orgánica constitutiva para decir una hueá, definitivamente yo podría suspender un poco mi mutismo selectivo, porque de tanto sentir, de tanto pensar, de tanto desear y de tanto soñar, quizá ya tenía algo, por insignificante que fuera, que decir. Pero apenas procesé esto en mí, me di cuenta de que lo más complejo no era qué decir, sino a quién decirlo. De las pocas personas que conocía, la mayoría parecía ser sólo boca, y ninguna, oreja. 

La distancia que me separaba de todos, y en especial de papá, sólo fue aumentando. Él a Pedro lo tenía cruzado entre las cejas, y yo, entre las piernas. La terapeuta me recomendó tomar clases de trompeta, tomar clases de saxofón o de percusión, pero yo sólo he tomado. Así, tomado, no un instrumento, tomado, a secas. Dicen que el tiempo todo lo cura, pero no es así, hay cosas que el tiempo macera, hay cosas que el tiempo acidifica, pero yo de haches y Ph no entiendo nada. Trato de no pensar así, pero en el silencio me cuadruplico. 

Y me cuadruplico porque, esencialmente, el silencio es un universo: nada se propaga en el vacío. Excepto yo, claro, que al ser H, me expando y me expando sin fin, como un eterno orgasmo, tocando con mi pecho los astros celestes que instantáneamente al rozarme, se diluyen y derriten, volviéndome a mi cuerpo finito y temporal. Quisiera a veces ser aire (que quizá ya soy) o ser pez. Me gusta la idea de flotar, de divagar, sin ataduras gravitacionales que me hagan volver a donde no quiero regresar. ¿Será que todos los cuerpos son cárceles? ¿O será que me enseñaron a crecer como bonsai?

 Papá cayó en coma. Inducido. Por él. Estaba lúcido, pero en coma. Había donado todas sus cosas a una congregación de a mentiras.

              -Papá, eso es una secta. Despierta, papá. Háblame.

Pero sólo tenía ojos para un tal Smith o para un tal por cual apellido gringo genérico. Yo trataba de salir de ahí, de gritar y gruñir todo lo que tenía adentro. A veces me salía como canto y a veces, como lamento; otras veces era el silencio quien acompañaba mis pesares. Tomé clases de piano. Ahí conocí a la Lucha. 

Lo primero que me llamó la atención de ella era un lunar grande y redondo en su mejilla izquierda. La abuela siempre decía que la gente con lunares era de fiar. Sus manos delgadas y huesudas, que parecían bailar sobre el piano, me hacían olvidar todo. Do, Mi, Sol, Re menor, Do, Fa, Mi, Sol, Re sostenido y La, parecían ser extensiones de su cuerpo. El tecnocuerpo de Lucha (que nunca supe si era por Lucía o por Luisa) fusionado con el piano, alcanzaba orgasmos rítmicos que nos excitaban a todos y todas. Nada más existía cuando ella tocaba el piano. Ni siquiera mi silencio H. Ahora, ella era el universo. Sólo ella se propagaba en mi vacío. 

Lucha lo abarcaba todo. Sus notas eran pintura fresca, eran amoníaco para deportistas desmayados. Aprendí lento, pero algo aprendí. Lucha era eso, una pelea constante entre los devenires y cuando tocaba mis manos sobre las teclas para enseñar algún vals o algún allegro, el aire repicaba de su aliento tibio. Me gustaba ir a sus clases, pero no podía practicar en la casa. Ahí todo era alabanza y sonrisas a medio fingir y contemplación al señor. Lucha era todo lo contrario, sus melodías eran ateas por defecto. Hay quienes sostienen que un clavo no saca a otro clavo, o alguna mentira así, pero la gente no somos herramientas, las gentes somos carne y médula, historias y guerras, y hay quienes, como Lucha, expelen un tónico, una medicina susurrante para las verdaderas infecciones del alma. 

Y aquella medicina que expelía cada vez que tocaba el piano y que, incluso expelía ya sin tocarlo en tanto ella era la música personificada, se difuminaba por mi ser completo y me sanaba. Aún no sé bien de qué, pero cual célula madre, me regeneraba tejido a tejido, célula a célula, y así, fui nueva, otra vez. Creo que el día en que por fin probamos nuestros labios fue el día en que comprendí qué era la música. No es cuestión de sonido, sino de ritmo, de temperatura, de calor. 

Diciembre fue un mes especialmente para el olvido. Hablando con un amigo que (cree) saber, aprendí que el olvido es también como el silencio, porque es el lenguaje mudo de los recuerdos que no vuelven. Cuántos recuerdos me gustaría aplacar, pero la memoria no funciona así. Diciembre fue un mes especialmente para el olvido, porque ese mes nació El Señor, o se termina el año, no sé, pero papá se tiró de rostro para que ingresara a la congregación. 

           -No, papá, estoy bien así. 

Y es que la vida con Lucha había sido congas y timbales y rumbas sin instrumentos más que las yemas de nuestra piel en contacto. Los científicos dicen que nunca tocamos realmente algo, solo son los electrones repeliéndose continuamente. Por eso es que Lucha era sobrenatural, axiomática en sí misma, nuestras pieles se volvían una en contra de la naturaleza, en contra de los electrones y su repulsión y sus antítesis de alguna cuántica poco estudiada, que es el sentir y liberar, gritar los azares desde las entrañas. Eso se había vuelto. Eso. Hasta que papá nos vio. Él, biblia en mano y zapatos lustrados. Nosotras, nuestras tan nuestras. Ahí todo se fue al carajo. 

Fui tan cobarde. No peleé, no insistí, no me quejé. La Lucha me miraba con ojitos enamorados, que yo no correspondí. Me di cuenta, mientras no me importaba que mi padre la sacara en pelota y a zapatazos limpios de la casa, de que no me pasaba nada. Cual piedra; granítica. Me di cuenta de que las H no podemos amar: en tanto sólo acompañamos, sólo sonamos si hay alguien junto a nosotras, carecemos de sonido propio y por tanto, de amor. Si somos sólo un algo invisible, mudo, que no puede sonar en sí, el amor no puede fluir en nosotras en tanto inexistimos como ser singular. Las lágrimas en los ojos de la Lucha, sus nalgas rojas por los zapatazos de mi padre y yo allí, inmóvil, gélida, queriendo que la escena terminase rápido para poder ir a leer algo de Borges. Si no se suena, no se puede amar, sólo ser consumida y borrada una y otra vez, hasta el mutismo universal. 

Hay silencios que son cómplices furtivos, hay silencios que son témpanos de fuego. Hay silencios que son segundos de distancia. Y es que callar es también una forma de hablar, de callar también. Por salud y entereza. El silencio de papá, el silencio que comparto con Lucha, las palabras que Pedro nunca más volverá a hablar. Al callar también me sano. Con papá ya no hablo ¿Dónde estará? Seguro tocando puertas que nunca se abrirán ¿cómo estará? De seguro queriendo callar. ¿Qué si lo extraño? Todavía no busco las palabras que de seguro nunca podré encontrar.


Points of contact, no. 2 - Victor Pasmore
________

* Bastián: https://www.facebook.com/ProsasBaguales

lunes, noviembre 05, 2018

Velorio

A mis amigas,
mis más grandes maestras.


Amigas queridas, amigas amadas
hoy les invito a morir.

A matarnos en un trago,
en un beso, en un suspiro,
a matarnos de un tiro,
para no agonizar.

Que la muerte nos inunde,
que nos despierte el morir;
que nos haga la muerte
nacer y vivir.

En el féretro yace cualquiera de nosotras
contorneada con flores de jazmín,
el corazón expuesto a la intemperie
y los labios coloreados con carmín.

Dolor y ternura nos llueven de los ojos,
ante el extrañamiento de verse morir;
más sabemos que nuestras muertes
posibilitan nuestro buen vivir.

Esta noche haremos un velorio de nosotras,
brindaremos antes de enterrar a nuestros ;
bajo tierra quedará nuestra yo sometida
y bajo tierra nuestra yo asustada;

bajo tierra nuestra yo controlada;
y bajo tierra nuestra yo acorralada;

nuestra yo golpeada;
la yo anulada;
nuestra yo borrada
la yo dañada;

la yo expropiada,
la yo alienada,
la yo mutilada,
yo muerta.

Paradojas de vida,
paradojas de muerte:
hemos de cambiar de piel para no morir,
hemos de morir para cambiar de piel.

En cada entierro de la piel que dejamos
estaremos todas juntas,
cosido nuestro corazón,
conquistadas nuestras luchas.

Amigas, hemos de morir para vivir;
no temamos dejar atrás
aquellas otras versiones del mí
que aunque se hayan forjado al fuego,
nos enseñan a hoy resistir.

Lloremos las lágrimas que hemos tragado como sopa,
Quebremos los vidrios, destrocemos los platos,
Gritemos hasta sangrar nuestras gargantas
Dejémonos ir en el viento.

Tiremos flores sobre nuestros cuerpos rotos,
quememos cartas sobre nuestra vida ceniza,
recordemos nuestras alegrías,
recordemos nuestros nunca más.

Amigas, hoy somos una misma
que tiene varios rostros a la vez;
amigas, morirnos juntas
es juntas re-nacer.

En este velorio cantemos,
comamos, bebamos hasta el amanecer;
riamos hasta caer rendidas,
que no todas las despedidas son tristes;

cuando nuestras bocas se cubran de tierra,
se anunciará nuestro inminente nacimiento
que trae consigo lo aprendido en los fuegos
y trae consigo nuestra fuerza y nuestro amor;

amigas, juntas somos invencibles
amigas, juntas somos un nuevo soy;
amigas, si esta muerte ha de ser juntas,
conjuntamente ha de renacer nuestro corazón.




sábado, octubre 27, 2018

Caminante


Caminante que te tejes al andar
macerando en tus pasos tu ser,
produciendo tu existencia
en cada errática caminata
hacia un horizonte sin fin.

Polvo suspendido
lluvias coquetas
y viento tibio
acompañan tu nomadismo espiritual.

Tu existencia reverberante
hace sonar tus pasos
en un eco sordo
que aturde las angustias
y calma la sed.

No buscas nada,
pero lo esperas todo;
en cada paso exhalas,
abandonas tus pisadas.

Tus heridas abiertas
van dejando charcos de sangre roja,
tus caminatas tienen el tamaño
de la mismísima eternidad.

Algo de ti se resuelve,
algo en ti cuaja,
algo en ti zozobra,
algo en ti se mata.

El movimiento te avanza
aunque te quedes quietx;
los muertos vuelven a sus tumbas,
los hologramas se tornan brillantes
las ficciones adquieren materialidad
y se sienten tibias en el pecho.

Nunca pisas tus pisadas,
y nunca encuentras tus huellas
para volver a recorrer;
has de inventarte denuevo
por siempre, una y otra vez.

Con el tiempo has aprendido
que los caminos son como el mar
en él han de perderse,
y a él han de llegar.

Caminante, no hay camino,
se hace éste al andar.
No hay más que lo que tú haces de ti, y del mundo,
en este transitar.


viernes, octubre 19, 2018

Saudade


Eu tenho uma profunda saudade,
não sei bem de que:
si é de você, de nosso encontro que não se evapora,
dos momentos compartilhados,
ou de como você e eu ficamos entrelaçados para sempre.

Si a saudade, que já é de meu ser numa base regular,
que já está escrita em minhas fibras,
em minha alma, em meu corpo;
e que agora enquanto te amo
se expande ainda mais,
me habita um relâmpago eterno
que me rasga e me ilumina ao mesmo tempo

Saudade escorre em minhas letras,
tem sido sempre meu sangue
que agora consigo saborear
com uma precisão tal
que já sei a textura,
temperatura,
cor e corpo
da saudade.

Pergunto-me como é possível
que a alegria e a nostalgia habitem com tanta força,
ao mesmo tempo, um corpo tão mundano como o meu,
não será esse o destino maldito dos poetas?
ser a personificação viva do saudade?
e não é esse um milagre abençoado?
não é acaso o amor, de qualquer forma, milagre?

__________

Revisão e edição do texto: Dênis Lopes.


sábado, septiembre 08, 2018

Contrato Sexual


A nuestros cuarenta y pico, sabíamos que teníamos que creer en algo. En lo que fuera, y aunque habíamos sido cada unx por su cuenta nihilistas escépticos, surgió el consenso estratégico de creer en el amor. El problema inmediato fue cómo hacerlo. A partir de las observaciones participantes que llevábamos realizando toda la vida, determinamos que sería prudente saludarnos de beso en boca. Como eso no sería suficiente, tendríamos que sumar el caminar tomadxs de la mano.
Esfera pública resuelta.

Ahora bien, nos faltaba colonizar de amor lo privado. Considerando lo extenuadxs que quedábamos luego de nuestras cuarenta-y-cuatro horas semanales, tener sexo una vez a la semana, de preferencia Viernes o Sábado, apareció como estrategia fenomenal. Entonces, beso en boca, manos juntas, sexo semanal. ¿Qué más nos faltaba? ¿Qué más hace la gente que dice amarse? Claro, salidas a comer, también una vez los fines de semana, ojalá con foto de por medio que lo atestigüe en algún medio digital.

Pero aún nos quedaban cabos faltantes de anudar. El pacto quinto fue consumir series de moda acostadxs en la cama, idealmente sin hablarnos. Y de inmediato, surgió nuestro artículo seis: saldríamos siempre juntxs a cualquier celebración social, tuya o mía, ya no nos presentaríamos solos/as ante el mundo exterior. Si todo esto que habíamos visto hacer a la gente que decía creer en el amor no nos funcionaba, entonces tendríamos que dar el golpe certero para poder anudar nuestras desesperanzas errantes en algo más tradicional que la anarquía: tener un hijo/a. Como ya estábamos algo pasaditxs para una cría humana, adoptaríamos un perrito. Perrito se volvería el centro de nuestras conversaciones, dormiría entre nuestros cuerpos, lo llevaríamos seguido a su veterinario, le lavaríamos los dientes cada noche y hablaríamos de él como el hijo.

Como ahora estaba el hijo-perro en escena, nuestra estrategia tenía que tornarse más seria, claro, para darle seguridad a él. De pronto, ya tuvimos fecha en el registro civil. Después de todo, casarse no era tan malo: tú me tendrías a mí para cuidarte cuando estuvieras viejo, y para hacerte las labores del hogar; y yo te tendría a ti para complementar mi paupérrima jubilación, porque como viví siendo mujer, la pobreza me asedia desde que nací.
Y así, todo arreglado: tenemos un contrato sexual.

sábado, agosto 25, 2018

Botella Sabatina


La botella sabatina
naufraga entre los vientres
múltiples de voces anónimas
que son sólo una voz fuerte.

Embriagadora luz carmín
que tiñe los labios y pensamientos
en sonidos inextintos
que reverberan como aguas.

En el fondo, bien al fondo,
no sé si de la botella o de mí misma
aparecen ecos de deseo,
ecos de indiferencias
que buscan llevarme a desandar.

Así, en solitarias desandanzas
al calor de copas por vaciar
con tinta en fuego, con voz por enhebrar
me tejo en formas nuevas que me permitan saltar

¿Al vacío?
¿Al aplastamiento?
¿A umbrales del tiempo?
¿Al reencuentro infinito?

Hay veces en donde no importa el dónde,
lo que importa es saltar,
dar el salto,
saltar-se,
soltar.

Y así, en infinitas copas por llenar,
infinitas copas por vaciar,
acompáñome a mí misma
en botellas sabatinas
que con ledzeppelindiscocuatro
me invitan a saltar.

lunes, agosto 20, 2018

Flujos


Desde arriba (¿o desde abajo?)
Desde el sur (¿o desde el norte?)
Desde el poniente (¿o desde el oriente?)
Desde dentro (¿o desde afuera?)
Desde dentro (¿o desde dentro?)

Desde ahí (¿o desde acá?)
Desde aquí (¿o desde allí?
Desde lejos (¿o desde cerca?)
Desde cerca (¿o desde cerca?)

Desde cuándo (¿o desde entonces?)
Desde dónde (¿o desde siempre?)
Desde antes (¿o desde nunca?)
Desde mañana (¿o desde ayer?)
Desde mañana (¿o desde mañana?)

Desde mí (¿o desde ti?)
Desde mí (¿o desde cerca?)
Desde mí (¿o desde acá?)
Desde mí (¿o desde dentro?)
Desde mí (¿o desde nadie?)




jueves, agosto 02, 2018

Sueño naranja


Me desperté a mí misma dentro de un sueño. Pude activar mi captación sensible más allá de lo visual o lo perceptual y logré tocar con mi mano izquierda la materialidad de mi sueño naranja. Logré activar mis receptores táctiles, los desperté mientras soñaba, para poder captar con pluripotencialidad mi emplazamiento onírico. Así, pude sentir con mi mano la textura granulosa de aquellas frías paredes que erigían mi sueño. Pude navegar con conciencia táctil el mundo de la inconciencia, lo pude tocar. Me aproximé a mi sótano psíquico con los sentidos abiertos y despiertos. Sentí en mi piel el calor de la luz de sol que entraba por la ventana de mi sueño naranja para acariciarme. Pude reconocer la constricción de mis pupilas al entrar aquella luz. Jugué a esconderme de los rayos solares sólo para percibir la adaptación dilatada de mis pupilas a la anaranjada oscuridad.  Sentí vívidamente, sensiblemente, aquella enigmática maraña de lo indecible, de lo irrecordable y me traje en un cálido recuerdito naranja, que segundo a segundo se me destiñe un poco, un souvenir de las tierras profanas del olvido. ¿Estoy ahora despierta? ¿Estoy ahora dormida? ¿Es este otro sueño vívido en el cual he podido despertarme, del cual no puedo salir a menos que me duerma estando ya dormida? ¿Cuántas veces más debo despertarme para despertar? Me toco la mano. Está fría.

domingo, julio 22, 2018

Didáctica


Macho ario blanco
llévame de aquí
llévame a tu cuerpo
de donde yo nací.

Tengo, tengo, tengo
tú no tienes nada
tengo mis tres autos
y casa en la playa.

Un hombre me vende
otro me amenaza
otro me le apropia
toda la semana.

Lévantate Juana,
y enciende la tele,
ve como nos salvan
de los delincuentes.

Miedo a los delitos,
drogas y pobreza,
fe puesta en el niño
que va a la escuela.

viernes, julio 13, 2018

Plácido


la tibieza de tu cuerpo ingenuo
durmiendo plácido junto al mío,
ignorando tantas ausencias
de mi propia mismidad.



viernes, junio 22, 2018

Simulacro


No puede ser, esto no es real.

No puede ser que a esta altura de la humanidad todavía tengamos ejércitos
y que entrenemos a jovencitos para matar.

No puede ser que a esta altura del planeta todavía creamos en las fronteras
y que rindamos culto a lo patriótico-nacional.

No puede ser que lxs asesinos de dictadura aún anden libres.

No puede ser que aún se insista en que las niñitas que han sido violadas deben parir

No puede ser que con todo lo que hemos visto, votemos como políticos y gobernantes
a ladrones, asesinos y a gente que ostenta de-ma-sia-da dueñidad.

No puede ser que todavía le tengamos tanta fe a las leyes.

No puede ser que aún pensemos que la escuela consiste en memorizar cosas y sentarse bien.

No puede ser que al niño o niña que se mueva de más en su hacinamiento
se le den píldoras para la quietud, o píldoras contra la libertad.

No puede ser que todavía pensemos que un hombre no puede ser mujer,
que una mujer no puede ser hombre, o que no se puede escoger lo que se quiere ser.

No puede ser que multemos y mandemos a lista negra a quienes no pagan el transporte público
en el país en donde el sueldo mínimo no alcanza ni para lo mínimo.

No puede ser que aún creamos que la palabra hombre resume a toda la humanidad.

No puede ser que creamos que la pasta base de pura casualidad se instaló en los barrios de mayor resistencia política.

No puede ser que las noticias hablen de crímenes pasionales.

No puede ser que a esta altura pensemos que alguien mata por celos o por amor.

No puede ser que a esta altura todavía exista el asqueroso negocio de las a-efe-pé.

No puede ser que con todo lo que la humanidad ha pasado, aún se permita
ganar plata con la (in)educación/desconcientización.

No puede ser que a la gente le importe tan poco la política,
y que todavía no comprenda que ésta no se resume en un partido.

No puede ser que la buena ortografía sea un símbolo burgués.

No puede ser que con todo lo que ya sabemos enchufemos a lxs niñxs, desde guaguas, al televisor.

No puede ser  que la cultura y las artes sean un lujo para pocxs,
y un misterio para tantxs.

No puede ser que en estos devenires la gente no lea poesía,
no hable poesía,
no piense poesía.

No puede ser que la poesía sea un lujo burgués.

No puede ser que después de todo lo que hemos pasado, guardemos --por-si-acaso,
armas de energía nuclear.

No puede ser que estando como estamos sigamos sin reciclar.

No puede ser que en unos cuantos años existan más botellas que peces en el mar.

No puede ser que no conozcamos el potencial de nuestrxs cuerpos.

No puede ser verdad que algunxs ya no tengan agua
y que otrxs se bañen con el agua que baña a diez.

No puede ser que todo nos dé cáncer.

No puede ser que lo orgánico sea un lujo burgués.

No puede ser que pedir buen trato en los servicios de salud sea raro.

No puede ser que aún alguien crea que la violaron por la mini falda.

No puede ser que tengamos hijxs para verlos sólo el fin de semana.

No puede ser que se nos enseñe más matemática, que amor, justicia y libertad.

No puede ser que ser artista sea igual a precariedad.

No puede ser que nos importe más la propiedad privada que la vida del ser.

No puede ser que no nos importe el torturar animales para comerlos después.

No puede ser que estemos tan cansadxs que no queramos hacer el amor.

No puede ser que todavía la gente se muera de frío en las calles.

No.puede ser que todavía los maridos violen a "sus" mujeres y que eso no sea violación.

No puede ser que el agua sea un bien privado.

No puede ser que todavía exista el SENAME.

No puede ser que ciertas dos personas no puedan adoptar.

No puede ser que saquemos fotos de todo lo que comemos.

No puede ser que la palabra selfie se incorpore a la RAE.

No puede ser que le tengamos miedo a ser del sindicato.

No puede ser que todavía creamos en el progreso (o en la ciencia, o en dios).

Simplemente, no puede ser.

Pero. Ah. Claro. Claro

Claro, claro.

Eso ha de ser.

Esto es sólo un simulacro.
Un pésimo ensayo general.


viernes, junio 08, 2018

Lusitana


Eu estou amarrada
à minha língua nativa
sem poder ser livre
de outra forma

em novas palavras
em novos beijos
que se escapem
y que percorram os diversos signos
de la humanidade

é impressionante
tudo o que podemos realizar
quando realmente queremos
ser livres de novas maneiras

não importa sim é em una dança,
em una língua
o em una revolução

em el fondo,
é tudo o mesmo,

todos nós queremos liberdade
todos nós queremos sentir que estamos vivos

todos nós queremos construir a nossa própria vida
e não deixar tudo a la sorte.

eu creo que esa coisa não mudará
e que é isso que nos torna
plenamente humanos:

Essa sejam de liberdade
(seja o que isso seja).


CAFÉ LIBERDADE | Aula de teatro universitaria de Ourense

sábado, mayo 05, 2018

Entre paréntesis: Cosas del español


Cuando se sumerge usted en el estudio de la gramática y la lingüística, en particular la del español
-que más bien son universos de españoles diversos, tendrá que tener paradas obligatorias, que aunque sean tediosas, son necesarias si su objetivo es expresarse con gracia, estilo y genialidad.

La bé y la úve, las íes latinas o griegas, las tildes, las conjugaciones que derivan en usos de gé o jota, las tildes, el paso de singulares que terminan en zeta hacia su pluralización, las tildes, y un sinfín de detallitos que hacen que nuestro idioma sea una delicia. Cuando domine usted estas diferencias primarias, aprenderá otras cosas, más ligadas al estilo, si es que -insisto, su deseo es expresarse con gracia y genialidad. El cómo (fíjese que este lleva tilde pero también hay un como del verbo comer conjugado en presente y otro como de uso comparativo entre dos o más cosas: son las maravillas del español) usted puntúa o pone comas, si hace saltos entre párrafos, el uso de dos puntos o del enigmático punto-y-coma. Y luego, escalando en niveles de complejidad, el uso de las cursivas para enfatizar o de esos estilísticos guiones que pueden servir para aislar, sugerir, explicar o simplemente para darle cierto estilo y parecer usted  une intelectual a lo Cortázar en el acto mismo de escritura del guión.

Lo que nos queda, empero, y que no es menos ni más importante que todo lo anterior es el uso del paréntesis. Quisiera aquí hacer una importantísima aclaración. Nos suelen decir que un paréntesis es esa casi esfera dividida en dos, siendo su división alguna palabra o frase que usted pone al ladito de otra palabra o frase para aclarar lo que no se haya entendido bien. Se sabe además sobre los paréntesis que su uso nos permite agregar fechas (como la del día de hoy, la de mañana o alguna fecha inmemorial que usted quisiese inmortalizar en su texto), lugares (no me refiero aquí a sus predilecciones entre el binarismo eterno de campo-ciudad, sino por ejemplo, si usted puso la ciudad de Santiago, al ladito encerrado entre hemiesferas le pone Chile, a menos que usted se refiera a Santiago de Cuba o a otros Santiagos). 

De todo esto, nos queda claro que, independiente del uso que se le dé a los paréntesis, ellos encierran cosas. Ahora bien, lo que nunca nos dijeron es que hay cosas de la vida misma que también se pueden dejar entre paréntesis, esto quiere decir, que las toma imaginariamente usted y las deja ahí, guardaditas, cobijaditas, calientitas, encerraditas y quizá hasta olvidadas, pero cuando usted se asome y abra un poquito el paréntesis otra vez, aún después de meses o años, lo que usted dejó, allí seguirá, intacto por su poderes de atemporalidad e imprescriptibilidad. Lo que haya dejado seguirá fresco, con su aroma y textura habitual, siendo incapaz de recordar usted por cuánto tiempo ha tenido encerrada la cosa. Lo mismo le serán 3 años que un ayer.

Así, en síntesis: Si de todas las funciones que ya le describí, a su ascendente dominio idiomático le suma usted esta última cualidad, se convertirá sin duda en una persona con un avanzado, estilístico, genial y gracioso manejo de los trucos del español.

sábado, abril 14, 2018

Bailar


Perderme en el deseo,
en el ritmo que nace desde mi cuerpo al soltar.
Bailar, sólo bailar.
Drogarme en mis sentidos,
en el éxtasis del bailar.
Saltarse la razón,
e ir directo a la sensación-expresión.
El lenguaje de mi cuerpo
es la danza,
libertad absoluta
envuelta en un cuerpo físico
que baila
sólo baila
no piensa
no juzga
no selecciona
no sopesa
sólo baila
sólo fluye
sólo es.

Fotografía: Martha Graham en "Lamentations" (1930).
Siempre es buen momento para homenajear a las grandes maestras.

viernes, abril 06, 2018

Todavía escribimos poesía (Manifiesto Poético)


Sí.
Aquí en el sur todavía escribimos poesía.

No dejaremos que la modernización ni la ilusoria virtualidad del tiempo
arrastren consigo nuestras letras, nuestra sangre, nuestro ser.
Nuestras manos han de ser nuestras primeras armas,
junto con nuestra palabra hablada, sentida y pensada.

Cuando nos resistimos al borramiento de la poesía
nos resistimos a la borradura de aquellas pausas,
detenciones políticas, que nos permiten observar la vida,
sentirla, compartirla, digerirla, descentrarla, desmantelarla, recrearla.

La poesía es la resistencia activa al paso inerte y sin gloria
de los días; es aquella navaja que cala profundo y saca verdades
como gotas rojas, es el palillo que desanuda enredos críticos
para hacerlos enredos líricos.

Nos enseñan a leer y escribir, pero no para pensar, no se confunda usted,
leemos y escribimos no para ser dueñxs de nuestra palabra,
sino para comprender bien las instrucciones, al pie de la letra,
y enseñarle bien a nuestrxs hijxs a que las reproduzcan en forma fiel.

Si hoy la reflexión es arma, la poesía ha de ser batalla.
Por eso, aquí no renunciaremos, aunque tengamos que hacer cuerpo,
a la humanización de nuestra existencia.

Cada letra, cada acto, cada fractura lírica
será nuestra defensa en pos de la vida,
y no de cualquier vida, sino de una digna,
consciente, potente, transformadora, librepensadora:
la felicidad como fruto político de la libertad.

Mientras escribamos poesía, ya sea en letras,
en músicas, en danzas orgánicas,
en exploraciones córporeas, en besos,
en cuerpos sincrónicos haciéndose amor,
no se nos colarán entre los dedos, las aguas de la era del vacío.

Compañerxs sintientes del mundo, compañerxs pensantes del mundo:
No nos durmamos mientras aún haya vino,
no dejemos de lado las caricias,
no callemos nuestras bocas rojas,
no nos soltemos las manos,
no nos tomemos el pelo.

Que la tinta que recorre nuestras venas no deje de fluir,
no deje de latir,  no deje de escribir.

Que la humanidad que se avecina no subsuma a la humanidad que queremos ser.
Escudriñemos en los símbolos que duermen ocultos bajo aquello que concebimos como real.
Usemos nuestras letras; tejamos otros mundos,
inventemos otras formas de ha-ser.


domingo, marzo 04, 2018

La axila peluda


Era un difícil día Lunes, como siempre. En medio de esos cuerpos ajenos, cuerpos otros, intentaba afirmarse en la micro. Tras varios intentos fallidos logró hacerse de un pequeño espacio propio en el pasamanos de arriba, perfectamente ajustado a su longitud. El codo, exactamente angulado en noventa grados, le permitía descansar su ajetreada cabeza en el bíceps y dormitar lo que restaba del camino. No se percató que en sus ensueños un joven millenial sentado frente a ella sacaba sigilosamente su teléfono celular, para con horror, retratar fotográficamente en un cuasi retrato, su axila.

El joven no tardó en utilizar su plan de datos móviles-internet y redes sociales ilimitadas para difundir a través de Facebook la impactante imagen de la axila junto al texto:

"Lejos lo más asqueroso que existe: una mujer con las axilas peludas. Gracias por matarme toda la pasión. Puaj."

No habían pasado ni diez minutos y la foto ya era gustada por veintisiete de sus amigos y amigas. A los treinta minutos, ya era diez veces compartida. El horror ante la imagen era compartido de manera exponencial entre las redes sociales. Trending topic. Al atardecer un periodista de un medio digital contactó al joven para hacerle una entrevista escrita sobre la experiencia. Al día siguiente se podía leer como noticia el titular "Desvergonzada mujer muestra sus axilas peludas en el Transantiago" con una delicada bajada de título que decía "Conoce aquí el relato del valiente joven que se atrevió a retratarla". El medio digital alcanzó récords de clickeos en el artículo, siendo compartido cuarenta y cinco mil veces en 3 horas. La noticia no dejaba indiferente a nadie.

Al día siguiente Alejandro Jara, que ya se hacía conocer como el Chico Jara, era invitado al matinal más famoso de la televisión chilena. Comentaristas de diversos temas lo entrevistaban sobre la nefasta experiencia. Profesores universitarios de ética opinaban sobre el asunto. Expertos en tuiter analizaban tendencias. Modelos ultradepiladas mostraban sus perfectas axilas en tevé nacional. El Chico Jara aprovechaba su cuarto de hora y se la jugaba de traumatizado. En close-up a las cámaras pedía que encontrasen a la joven, que la ayudaran, que no tuviera miedo de darse a conocer, que viera esto como una oportunidad de crecer, que los psicólogos del matinal habían prometido tratamiento gratuito, y tantos etecé.

Pasaban los días y la joven no aparecía. Los noticieros centrales, los matinales y hasta los canales de cocina abordaban una y otra vez el asunto,  exhortando a la mujer a aparecer públicamente y pedir/recibir ayuda. A esa altura el chico Jara, entre tanta fama y entrevista, ya había sacado su primer single trap "Mujer con vello no es bello", que sólo fue superado en descargas por su segundo single "El rap de las lampiñas". Ni el trap ni las cajas de leche con la polémica foto habían logrado traer a la joven a la escena.

La creación mitológica sobre el paraje de la peluda mujer no tardó en aparecer. Ufólogos, espiritistas, médiums, opinólogos y reptilianos debatían sobre sus teorías en torno al paradero de la joven. Surgieron varias hipótesis, como la del suicidio, al suponer que la peluda joven -al verse en las fotografías y escucharse en las noticias, no soportó la vergüenza y la carga social, decidiendo borrarse del mapa de la vida. Otros sectores pro-vida permanecían más optimistas y asumían que de seguro la joven había encontrado su camino en la iglesia y estaba en un tiempo de restauración espiritual: de tanto caminar por el desierto, ya estaba en Canaán. Y claro, no faltaron los anarquistas conspirativistas que sostenían la peor y más terribles de todas las hipótesis: quizá la joven se había vuelto feminista.

Ante todo el ajetreo y la culpa que suscitó la tesis del suicidio, la gente de los matinales apareció un día con poleras blancas con el hashtag: #todassomospeludas. Dieron disculpas públicas a la anónima familia de la joven, reconociendo el impacto que la difusión de la fotografía y las entrevistas podría haber tenido sobre la salud mental de la joven, quien a esta altura ya tenía un claro perfil psicopatológico, según psiquiatras que usaban como biblia el DSM VII y el CIE-13.

Con esto, surgió toda una campaña de pedir perdón a la pobre y vulnerada joven. El hashtag se volvió trending topic. Las grandes tiendas no tardaron en lanzar una línea de poleras-peto con él. Luego, las carteras y las bolsas reutilizables de género. En marzo, los cuadernos tenían el hashtag en todas sus portadas. Los ilustradores tuvieron su época de mayor contratación, pues  el estampado del hashtag y los nuevos diseños con axilas animadas peludas se estaban vendiendo como pan caliente. Tazones, chapitas, banderines tibetanos, cintillos, jockeys, calcetines, lencería, bumper stickers, carcasa de celulares, llaveros, monederos, lápices, agendas, axilas de juguete. A tres cuotas precio contado sin interés, con débito, crédito, hasta en veinticuatro cuotas con interés simple, dos por uno, tres por uno, compra-una-y-dona-una.

La moda no tardó en sumarse a la tendencia. Las mismas modelos ultradepiladas de los matinales se dejaron crecer los vellos de las axilas como gesto de solidaridad. Aunque claro, para diferenciar sus peludas-axilas-de-supermodelos de axilas comunes y silvestres, tiñieron con colores sus delicados vellos. Primero, fucsias. Luego verdes, amarillos, arcoiris, escarchados y flúor. La colorida tendencia se instaló con furor. Con tanta demanda por acicalamiento de axilas los institutos profesionales se apresuraron por lanzar al mercado la carrera técnica de "Axilista integral". Por contraparte los institutos profesionales jipis compitieron rápidamente con la carrera técnica de "Axilista holístico integral". Los centros de estética abrieron servicios especializados para el cuidado de las axilas, que rápidamente se independizaron por la creciente demanda, superando las Axilerías en proporción dos es a uno a las Barberías.

Con el tiempo, la gente fue olvidando a la joven que originó todo. Su foto (más bien la de su axila) dio a parar a un museo nacional en el centro de Santiago que sólo abría de Martes a Sábado, de diez a seis. El chico Jara se volvió algo así como un ícono kitsch, un René de la Vega o un Lucho Jara, que de tanto en tanto aparecía en reality shows o concursos de bailes de pseudo-famosos. Él aceptaba todo, pese a lo ridículo que se veía con su panza vestida de lycra brillante, pues más que mal,  a sus cuarenta y cinco tenía que pagar la universidad de sus dos hijas y el hipotecario a treinta años que más que avanzar parecía retroceder.

De la joven nadie nunca supo nada. Y del estúpido y absurdo mundo, la que fue una vez esa joven de libres e indómitas axilas, tampoco quiso saber más.


lunes, enero 22, 2018

Mente, materialidad y otras hierbas


La mente es traicionera.
Un autocine que proyecta todas las otras vidas
que no tuvimos pero que vivimos;
están allí, secretas, ocultas, atemporales,
en lo recóndito de la subjetividad.

La mente es tramposa, queridxs amigxs
nos transporta a irrealidades deseables,
a nuestras idealizaciones más diáfanas
sobre lo que deberíamos ser y hacer
nosotrxs mismxs, y el mundo también.

Quienes somos de realidad frágil,
danzando siempre en ese exquisito
y temeroso límite de la racionalidad,
somos presa fácil del autocine,
y confundimos lo que decimos, lo que hacemos, lo que vestimos
con lo que imaginamos decir, hacer y vestir.

Esas otras películas que nos repetimos una y otra vez
no son más que el resto, la duda, la inacción.
Son todas aquellas ideas que no se plasmaron en decisión;
son todas las palabras que quedaron mudas,
todos esos paisajes que no vimos,
todo ese alcohol que nunca se bebió.
Son esas vidas otras que no existen, pero que sí;
vidas que aparecen en el acto de decidir imaginarlas,
relamerlas, revivirlas, sin vivirlas ni una vez.

Así, ¿será entonces la materialidad eso que nos queda,
para como en un espejo podernos ver?
¿Serán entonces, las decisiones que sí tomamos,
las palabras que sí dijimos,
los paisajes que sí vimos,
el alcohol que sí bebimos,
eso que nos muestra al ser?

¿Será en la materialidad del vestir, en la elección de la palabra dicha,
en la selección del alimento que nos metemos dentro,
que nos corporizamos en eso que algunxs llaman realidad?

Pero, ¿no está acaso la elección del alimento supeditada también?
¿No existe acaso, un abanico de posibilidades plausibles para cada cual,
que para unos pocos es amplísimo, y que para nosotrxs es restricto y además,
mercantil?

¿Es entonces, la materialidad de la decisión en la que me condenso un reflejo fiel de mi ser?
¿No será entonces, ese viejo autocine que repite una y otra vez
mis vidas imaginadas (que quizá fueron vidas pasadas)
lo más auténtico que tengo de mí en tanto allí sí existe la elección?

¿Pero no está acaso, inclusive, colonizado mi imaginario
por aquél abanico en el que se me enseñó ordenadamente a crecer como bónsai?

¿Si no estoy allí, ni allá, dónde?
¿Si no soy así, ni asá,
asé, asó o asú?

¿No es entonces lo real un invento absurdo,
productor de grandes utilidades, que se nos enseña a obedecer?

¿No es entonces, inexorablemente, 
la vida un gran sueño,
una eterna ilusión?



Hand with reflecting sphere - M. C. Escher