jueves, agosto 02, 2018
Sueño naranja
Me desperté a mí misma dentro de un sueño. Pude activar mi captación sensible más allá de lo visual o lo perceptual y logré tocar con mi mano izquierda la materialidad de mi sueño naranja. Logré activar mis receptores táctiles, los desperté mientras soñaba, para poder captar con pluripotencialidad mi emplazamiento onírico. Así, pude sentir con mi mano la textura granulosa de aquellas frías paredes que erigían mi sueño. Pude navegar con conciencia táctil el mundo de la inconciencia, lo pude tocar. Me aproximé a mi sótano psíquico con los sentidos abiertos y despiertos. Sentí en mi piel el calor de la luz de sol que entraba por la ventana de mi sueño naranja para acariciarme. Pude reconocer la constricción de mis pupilas al entrar aquella luz. Jugué a esconderme de los rayos solares sólo para percibir la adaptación dilatada de mis pupilas a la anaranjada oscuridad. Sentí vívidamente, sensiblemente, aquella enigmática maraña de lo indecible, de lo irrecordable y me traje en un cálido recuerdito naranja, que segundo a segundo se me destiñe un poco, un souvenir de las tierras profanas del olvido. ¿Estoy ahora despierta? ¿Estoy ahora dormida? ¿Es este otro sueño vívido en el cual he podido despertarme, del cual no puedo salir a menos que me duerma estando ya dormida? ¿Cuántas veces más debo despertarme para despertar? Me toco la mano. Está fría.
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