lunes, enero 22, 2018

Mente, materialidad y otras hierbas


La mente es traicionera.
Un autocine que proyecta todas las otras vidas
que no tuvimos pero que vivimos;
están allí, secretas, ocultas, atemporales,
en lo recóndito de la subjetividad.

La mente es tramposa, queridxs amigxs
nos transporta a irrealidades deseables,
a nuestras idealizaciones más diáfanas
sobre lo que deberíamos ser y hacer
nosotrxs mismxs, y el mundo también.

Quienes somos de realidad frágil,
danzando siempre en ese exquisito
y temeroso límite de la racionalidad,
somos presa fácil del autocine,
y confundimos lo que decimos, lo que hacemos, lo que vestimos
con lo que imaginamos decir, hacer y vestir.

Esas otras películas que nos repetimos una y otra vez
no son más que el resto, la duda, la inacción.
Son todas aquellas ideas que no se plasmaron en decisión;
son todas las palabras que quedaron mudas,
todos esos paisajes que no vimos,
todo ese alcohol que nunca se bebió.
Son esas vidas otras que no existen, pero que sí;
vidas que aparecen en el acto de decidir imaginarlas,
relamerlas, revivirlas, sin vivirlas ni una vez.

Así, ¿será entonces la materialidad eso que nos queda,
para como en un espejo podernos ver?
¿Serán entonces, las decisiones que sí tomamos,
las palabras que sí dijimos,
los paisajes que sí vimos,
el alcohol que sí bebimos,
eso que nos muestra al ser?

¿Será en la materialidad del vestir, en la elección de la palabra dicha,
en la selección del alimento que nos metemos dentro,
que nos corporizamos en eso que algunxs llaman realidad?

Pero, ¿no está acaso la elección del alimento supeditada también?
¿No existe acaso, un abanico de posibilidades plausibles para cada cual,
que para unos pocos es amplísimo, y que para nosotrxs es restricto y además,
mercantil?

¿Es entonces, la materialidad de la decisión en la que me condenso un reflejo fiel de mi ser?
¿No será entonces, ese viejo autocine que repite una y otra vez
mis vidas imaginadas (que quizá fueron vidas pasadas)
lo más auténtico que tengo de mí en tanto allí sí existe la elección?

¿Pero no está acaso, inclusive, colonizado mi imaginario
por aquél abanico en el que se me enseñó ordenadamente a crecer como bónsai?

¿Si no estoy allí, ni allá, dónde?
¿Si no soy así, ni asá,
asé, asó o asú?

¿No es entonces lo real un invento absurdo,
productor de grandes utilidades, que se nos enseña a obedecer?

¿No es entonces, inexorablemente, 
la vida un gran sueño,
una eterna ilusión?



Hand with reflecting sphere - M. C. Escher

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