Nunca olvidaré sus grandes ojos castaños, brillantes, como si tuviesen un sol o un sistema solar completo por dentro, cuya luz tenía ese color de la miel cuando no está ni líquida ni sólida. Ese maravilloso par de espejos almendrados me invitaba a navegarlos y perderme en su universo mágico, lleno de estrellas y dinosaurios, donde todo era posible porque hasta las leyes físicas eran distintas y muy relativas dentro de su propia ecuación. Sus manitos siempre estaban sucias, con tierra, pintura, jugo de alguna fruta de estación o simplemente con el polvo que se junta en el alféizar. Cuando se reía me daba una cosquilla en el pecho, era como un calorcito que se me expandía desde el esternón hasta la punta de los dedos, todo por efecto de esa diáfana sonrisa adornada por un coqueto lunar en la mejilla izquierda. No sé por qué, pero cada vez que sonreía yo apretaba fuerte los dientes, las muelas, y chocaba las mandíbulas como intentando retener la ternura que me provocaba esa risita de niño chico, de mi niñito chico, porque sentía que si no la retenía, podía estallar a través de mis poros abiertos, salpicando la habitación con mis miles de átomos.
lunes, julio 27, 2020
martes, julio 21, 2020
Bitácora anterior
Tengo una lucecita brillante en el centro del pecho,
bajo el esternón, más adentro que el hueso
y la lucecita está opaca, débil,
pero de algún modo lograr crecer
y sus haces de luz muerta
empiezan a tocarme los órganos
-nobles, innobles, todos-,
evidenciando con su tenue luz
las certezas dormidas de algo que ha yacido como muerto
pero que está despierto desde siempre
jugando a espiar astutamente con un ojo abierto
La luz se expande,
poco a poco se acerca hacia un punto sin revés:
aún hay tregua y mientras tanto,
tejo como Penélope, en esta bitácora anterior,
las lágrimas futuras que el parto de la luz traerá consigo
porque un día será tan brillante y tan fuerte
que me saldrá por la boca, por los ojos, por la nariz
Pero luego de años y años de tejido,
la luz no me dejará ciega ni aturdida
sino que pondrá por fin,
en puño y letra,
en voz y lengua,
en sexo y cuerpa,
nombre a eso indecible
opacidad que sistemáticamente
aprendí a no nombrar.
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Luna Juegos de Luz. (o qué se ilumina al iluminar) |
domingo, julio 19, 2020
sábado, julio 18, 2020
De crímenes y jueves
Era jueves aquél día que tuve que arrugar mi boca como si fuera un papel mal escrito, para poder arrojar a la basura todas aquellas palabras que quedaron por decir. Mis labios color de vino parecían cosidos con un hilo negro que me bordaba silencio, en lugar de una rabia que debió haber descosido toda moral. Supongo que la tristeza secreta puede tener ese efecto mortal, de callar lo incallable y de querer lo inquerible. Como de costumbre, navegué mis tristezas en un barco de papel. Me he vuelto experta en las artes del origami -y también de la navegación-. El mar negro, poco a poco, se convirtió en un mar rojo cuyas olas de pasión reventaron por mi boca, dejándola libre al fin. Las primeras palabras hicieron el trabajo grueso, esas que como cuerda que sujeta un flotador, permitieron sacar al muerto, que estaba ya podrido dentro hacía tiempo. Al sacarlo, salieron junto a su cuerpo descompuesto aquellas palabras viejas, que se asfixian por existir sin voz. Estaban pegadas en su pecho, en sus manos, en su rostro agusanado. Luego, las palabras de la segunda ola -que para el caso no representan ningún tipo de progresismo ni de nueva moda, sino la mera continuación de un proceso de remoción de escombros-, fueron agresivas e inmorales. Esas fueron como el vapor acumulado en los treinta minutos de cocción de las legumbres en olla marmicoc con una cucharada de bicarbonato y media de sal. Simplemente estallaron, tardíamente, pero con una fuerza definitoria y radical. Salieron feroces, con bolsas de plástico en mano, dispuestas a efectuar un crimen de asfixia que no dejase ningún tipo de rastro ni huellas. Lo primero que hicieron fue ahogar de CO2 a mis vestigios de moral y buenas costumbres. Hecho eso, todo tomó su curso: la rabia dejó de ser íntima, la narración terminó de sacar los restos podridos, el hilo negro cayó de mi boca, y luego la euforia y las lujurias me encaminaron hacia mis pasiones varias -otra vez. Anclé mi barco de papel en el muelle de un mar que ahora parecía una taza de leche. Me detuve a mirar el ocaso, y me adentré en la espesura del bosque, mientras sonreía al recordar que yo nací un día jueves.
lunes, julio 06, 2020
De cordura y su envés
La locura sólo está loca cuando en vez de hacer-se colectiva, se hace individual. Ahí es cuando la locura se vuelve loca: en condiciones de poca luz y humedad. Ilusamente, nos preguntamos ¿y si perdiésemos la cordura? -como si alguna vez la hubiere habido, y como si pudiera pasar cosa tal de perderla. Quizá lo que se abandona en la locura no es la cordura, sino las múltiples formas de dominación (Consejo: vaya lento por las piedras). Y a veces pasamos tanto tiempo jugando a hacernos lxs cuerdxs, como si no supiéramos que la cordura cubre, instala y constituye un orden político, una economía política de los cuerpos y su normalidad, así como una administración de los tiempos (¡1, 2, 3!) para existir. Los tiempos de nuestra existencia se nos devuelven fragmentados, ordenados, calientitos en una caja de pizza -y además, nos llegan por delivery, para evitarnos las molestias de construir nuestra propia temporalidad existencial. ¿Desde cuándo se volvió tan nuestra esa palabra imperial? Yo todavía pido a-domicilio -cuando pido, claro- domicilio todavía me es un vocablo juguetón que suena arribista, porque de pronto mi casa pareada de villa se volvió una casa elegante, con patio y todo, "Sí, a domicilio", -digo orgullosa de mi casa con ampliación avalada por la ley de mono-. El tiempo bien medido y clasificado, no sólo instala el itinerario de la normalidad, sino que también, como envés, instala una proyección, un futuro cierto, la arquitectura de un por-venir ¿El futuro es hoy? ¿Es el futuro cierto? ¿Será que el futuro no es más que el eco de una onda que al reverberar contra un muro, nos devuelve la impresión de aquello que aún no existe, pero que estamos haciendo existir? ¿Será que el futuro sólo nos devuelve una potencia, una posibilidad, que se hace carne en el presente?
[sin foto]
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