he ido descamándome
y dejándome en pellejos
largos
tan largos
larguísimos
como mi piel
la cordillera hace nacer al sol
entre temblores subterráneos
y dolores de parto vivo
fragmentado en haces geométricos
que danzan en diagonales y paralelas
el astro irradia su calor
doscientos noventa y nueve millones
setescientos noventa y dos mil
cuatroscientos cincuenta y ocho
metros por segundo
un último buen puje
y el sol ya parece estar completamente afuera
/o arriba,
aunque no salga
/ni suba
esplendorosa ficción de quien especta
las diagonales me alcanzan
la piel comienza a arder
me incomoda, me duele, me pica
primero me acaricio, para que no duela
luego doy pequeños golpeteos,
pero la sensación de incomodidad me desborda
me rasco con las uñas
es tanto el placer
no puedo dejar de hacerlo
una, y otra, y otra vez
me entrego en un flujo atemporal
ya no me estoy rascando bajo el sol
estoy en un clímax cósmico
drograda entre estrellas y galaxias
absorta en un orgasmo continuo
que no me deja ver que tengo las uñas llenas de sangre
al principio duele
pero no quiero parar
arde, pica, quema
ya no hay vuelta atrás
de mis dedos ensangrentados
salen pellejos translúcidos
que se van haciendo gruesos
escamas delgadas y escamas gastadas
con algo de grasa amarilla
dermis, epidermis, todas las dermis
todos mis restos, esa vieja piel,
inundan toda esta ciudad bendita
que con su mar y sus aguas
siempre me hacen renacer
sola, de pie
el peso sólo en un eje
cansada, meditativa
nostalgiada, feliz
mientras el polvo recubre mis inorgánicos restos
viene una lluvia tropical,
todo se moja y brota una flor
de aroma celeste y color dulzón
/sonrisa
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Valparaíso. Vista desde Cerro Cárcel. |
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