jueves, marzo 05, 2020

cuerpo sonoro



en las últimas filas, en esos rinconcitos donde la luz casi no llega, sus ojos se humedecían. Su corazón latía al mismo ritmo de aquél bombo que tempo a tempo trazaba la ruta melódica que habría de despertar sus huesos. La respiración se hacía tan evidente de pronto. Era un cuerpo sonoro, que retumbaba, respiraba, vibraba y estaba vivo. Se contraía y dilataba, se expandía como las ondas de las aguas en donde alguien ha arrojado una piedra. ¿Cómo puede ser que un sonido ajeno, desconocido hasta entonces, sea tan mío? -se preguntaba. ¿Cómo es que esta música me ha pertenecido siempre? Sus insominios, sus desvelos, sus risas secretas, sus suspiros anónimos en tantos parques de la ciudad, sus lágrimas variopintas. Todo. Todo estaba allí. Todo sonaba de pronto. En cada sonido su cuerpo evocaba una vida vivida y una vida por vivir. La suspensión provocada por la música desfalcaba al tiempo, e incluso, al espacio. No había más que un ahora, un presente continuado al cual era posible seguirle el pulso y el corazón. La emoción tomaba forma de lágrima, de agitación, de picazón en la garganta y en lo que sea que hay detrás de la nariz por dentro. Cuando aquella canción parecía llevarla a las puertas de un infernal y bohemio cielo, terminó. Silencio. Se sintió como una niña huérfana. Sola. Abandonada. ¿Por qué terminaba si había sido tan breve, y tan eterno? En ese instante lo supo. Su vida, tan llena de acontecimientos y a la vez, tan carente de experiencias, logró ser detenida, como si alguien hubiese activado un freno de mano de pronto, por la música. La música atrapó su cuerpo, la volvió tiempo y la volvió espacio. Su cuerpo sonoro otra vez vibraba, como si estuviese llena de mar. Allí, en ese efímero instante, su cuerpo se volvió experiencia.


Vibration and Sound


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