domingo, mayo 31, 2015

La Madre del Mártir


Me enterraron los sueños, me enterraron la vida,
me enterraron la alegría pura del vivir.

Ay, mi niño se me va, se me escurre como el agua y nada puedo hacer
¿Quién dio a mi niño su último arrurú?
¿Quien le tendió brazos tibios de consuelo en medio de su morir?
¿Por qué, Dios mío, por qué me arrebataron un pedazo de alma?
¿Por qué me quitaron de la vida la esperanza?

Nunca en la historia de los humanos ha sido fácil ser la madre del mártir y menos aún cuando no se sabe serlo, cuando ni aún tu crío se sabe serlo.

Aquella mañana salió de casa siendo un estudiante,
un trabajador, un simple hombre.
Pero nunca volvió, sólo regresó el mártir.

Qué daría yo por darles el mártir y que me devolviesen a mi hijo;
cómo me tortura de día y de noche pensar que su último exhale
fue tirado en la calle, rodeado de gente que no sabía ni su nombre,
lejos del vientre que llevó su vida, lejos de la teta que día a día lo nutría,  lejos de los brazos que sin importar que lo pasara siempre lo mecían.

Siento que no hay suficiente aire para darme vida,
¿acaso no podré nunca más volver a respirar profundo?
Mi hijito, mi pequeño hijito.

¿Cómo soportar la cruel paradoja de que a mi hijo lo mató estar demasiado vivo,
 tener muchos sueños, volar demasiado alto?
¿No hubiera sido más fácil criar a un hombre máquina,
a un hombre que no siente, a un hombre que no sueña, a un hombre que no se alza?

Sólo me queda refugiar mi dolor bajo la idea de que mi hijo murió libre:
libre en sus ideales, libre en su corazón;
libre a diferencia de los malnacidos que tienen el control
y manejan con hilos finos la corrupción.

Mi hijo murió libre porque son libres los que sueñan,
son libres los que creen en un mundo mejor.
Que daría yo por tener en mis brazos al hombre simple,
al muchacho mal genio y desordenado, a mi niñito de ojitos despiertos,
en vez de este etéreo mártir que no puedo ni tocar,
en vez de este involuntario mártir que no puedo ni besar,
en vez de este tan temprano mártir que con su muerte -mi vida al lado de la suya- ha hecho enterrar.

Poema dedicado a Exequiel Borvarán y Diego Guzmán, mártires involuntarios.
Dedicado con mucho amor a sus madres y sus familias, cuyo sufrimiento es sólo
imaginable para quienes no hemos vivido tan trágica experiencia.
Desde el corazón, os acompañamos en la lucha.


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