miércoles, junio 04, 2014

Trayecto Sensualidad


Luz tenue, luz de velas.
Música suave y lenta, de preferencia con guitarra, violín y piano.
Incienso recién prendido, aroma Nag Champa.
Sabor a frutillas y tabaco en las bocas.

Dos cuerpos que se enfrentan,
dos cuerpos que se miran de lejos
y poco a poco se acercan
invadidos por el magnetismo que los impulsa
y los obliga a acercarse, pero lento.
Muy lento.

Es una danza imperceptible, todo en ellos baila;
desde sus miradas nómades que se recorren mutuamente,
hasta sus pies que se mecen en un ritmo imaginado.

Se encuentran las manos, que se miran fijo,
se acarician las manos hasta que de ellas nace un abrazo,
se aprietan bailando,
se estremecen danzando;
se sienten la una al otro, y el uno a la otra;
sienten lo mismo:
hoy, son lo mismo.

Suavemente las cabezas se buscan.
Sólo se rozan, nunca cesan de bailar.
Una nariz explora el rostro del cuerpo otro, lo recorre suave,
escribe poemas en el aire.

Otra nariz recorre y explora la piel ajena,
se entrega suavemente al dulce deleite del toque compartido,
a la exploración corpórea conjunta tan deseada.

La tensión de la espera de un beso que ya se habían dado hace tiempo,
que no había logrado materializarse, sino hasta este momento:
el beso real supera al imaginario,
es sublime, lento, tibio, apasionado.

Bocas que en su encuentro producen formas perfectas,
sensaciones perfectas, pasiones perfectas.
Y desde allí, mil caminos:
infinitos atajos para que se unan los cuerpos,
incontables trayectos que se inventan en el momento mismo
de recorrer un espíritu que es ajeno,
pero que de algún modo y por unos instantes,
se hace propio sin poseer.

No es necesaria la visión, pues prima la sensación.
No hacen falta las palabras, pues las almas se hablan.
Contorneados por la luz de las velas
dos cuerpos que cada vez se expropian de sí mismos,
se coordinan, se derriten juntos,
se fusionan
y son uno,
siendo dos.


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