una noche infinita
se extiende en los confines
más recónditos de mi cerebro
que no quieren dejar de pensar
ni de sentir
ni de imaginar
ni de vivir
ni de soñar
me tiemblan las palabras
que aún no escribo
esas que ni siquiera
puedo pronunciar
vibran estridentes,
incomodan como luz fría
encendida de súbito
en medio de la madrugada
quisiera dormir y no puedo
la escritura me ebulle
como agua a cien grados
cuyas burbujas
no me dejan
de remecer
mi cuerpo imaginado
danza tras las cortinas de mis ojos
no me muevo un ápice
mientras me muevo por doquier
nómada, escurridiza, intensa
no me muevo un ápice
pero siento cada fibra
en contracción y distensión
el cuerpo imaginado
tiene haces eléctricos
hacia mi cuerpo material
porque son uno mismo
un mismo sueño
hecho experiencia carnal
soñar resulta tan táctil
como la vida al despertar
límites difusos, inventados
tantas vidas a ambos lados
que el intersticio del insomnio,
puente con olor a jazmín,
siempre encuentra las palabras
para hacerme dormir.
G. en luna llena. |
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