Como una carta bajo la puerta,
arrastrándose cual víbora
fría en su contacto permanente con el suelo,
inquieta, móvil, sorpresiva,
allí estás.
Subrepticiamente,
mediante formas otras,
en ensoñaciones y onirias,
eres árbol, eres lápiz,
eres susurro, eres manos, eres pies.
Tan subrepta que nunca estoy segura
de quién eres, o de si eres tú:
transmutas en mandalas,
que se destruyen para ser sol,
ser aire, ser pez, ser ave, ser flor.
Un dialecto que no comprendo,
que se arrastra con esfuerzo,
para colarse a como dé lugar
entre huecos que no existen,
pero que logras sortear.
Disfrazada en acordes perfectos,
armónicos, cuyas notas logro
descomponer sin dejar de sentir nunca
su sonido en completitud,
eres brisa invisible, inefable.
Indescifrable, bailas en códigos
intrapsíquicos, cuya palabra
no es audible para mí.
Danzas por el piso,
con tu cuerpo gélido, pegado al suelo,
cada centímetro de ti se funde en él.
Serpiente vertebral,
siempre drogada, siempre ida,
siempre sublime e ininteligible,
víbora subrepticia,
bailas dentro-en mí.

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