un torbellino de danzas erráticas
que emanan desde
y también desbordan
mi órgano vital
impulsan mis motivos,
me intranquilizan para (ha)ser más
cual sombra que no se visualiza al mediodía
pero se sabe con certeza ciega
que más temprano que tarde
aparecerá otra vez, como un karma
para estirarse agarrada desde los talones
y susurrar en los pensamientos
que sí se puede (ha)ser algo más
hay un hombre ciego, flirteando en la orilla
de un abismo, ignorante de que cada uno de sus pasos
no es paso suyo, sino paso de la muerte,
mas hay un hombre vidente, que cauteloso del abismo,
prolonga, en un trato, su danza con la muerte
pero lleva consigo a los suyos y a los ajenos
a los mudos
a los sordos y los ciegos
a todos aquellos que son guiados en una danza secreta,
desconocida e involuntaria,
ignorantes de ser el sacrificio
que le otorga más tiempo al hombre.
Y precisamente a ese hombre: ¿Cómo se le dice entonces?
¿Cómo se le llama a esta clase de hombre?
¿Se puede ser ese tipo de hombre, sin saber serlo?
Si la visión no es para todxs, entonces no es don:
es pecado.
Imagen: Mural "La Marcha de la Humanidad" (1971) Diego Alfaro Siqueiros. México, D.F.
*La autora recomienda leer la historia de este mural y la biografía del artista.
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