lunes, septiembre 23, 2013

El viajero eterno


Viajero, cuéntame ¿no te cansa llevar tanto tiempo de viaje?
¿no te cansa ser errante?
Llevas ya 35 años viajando, en Septiembre serán 36.
Por la tierra has dejado tus semillas,  tus raíces no son posibles de rastrear.
Aún tu acento no revela tu lugar de origen, es el mundo tu hogar.
Con tus ojos has visto como cocinan en India, en Nicaragua y en Perú.
Has visto la corrupción en todos sus colores,
y a gente de todos los credos has visto sufrir.
Viajero, vives con poco. Lo que tú eres cabe en esa mochila gastada que llevas al hombro.
 Es ligero tu equipaje, mas grande tu pena.
Has visto amaneceres desde el cielo, desde las montañas y desde el mar.
Tu ser maneja cuatro idiomas, eres un mosaico para admirar.
Viajero, quiero sentarme a oír tus historias, con un mate o un café,
conocer cómo han visto tus ojos el mundo que yo aún no recorro,
qué de eso puedo aprender.
Pero veo un dejo de tristeza en tus ojos, viajero
Y es que a tus 56 años aun no sabes quién quieres ser.
Creas bocetos de ti mismo, pero ninguno te satisface jamás.
Entiendo alguno de tus sufrires, viajero
La obsesión egocéntrica dominándote aunque no quieras.
La anorexia tatuada en tus pómulos y marcándote la piel.
Dices que hay cosas que lamentas, como no ver a tus hijos crecer.
No eres un padre ausente, sino un padre errático, sin destino ni final.
Sí amas, de eso no hay duda, pero tu amor se mueve junto a tu ser.
No permaneces en un lugar más tiempo del que te permiten tus pies nómades.
Eres preso del movimiento, esclavo de la libertad.
Hasta pronto, Danilo.
Espero en otro viaje, volverte a ver.





lunes, septiembre 16, 2013

Tus efectos personales

Estimado:

Dadas las circunstancias, creo que hay que ser sinceros. Sin avisarme ni pedirme permiso hace un tiempo breve, pero intenso, te has instalado de lleno acá. Este ya no te es un lugar de tránsito, sino que más bien se ha vuelto tu morada. Pasan las horas del día y permaneces aquí como si fuera tu casa. Por esto, no queda más remedio que irnos por lo práctico y que tomes una maleta bien grande y traigas tus efectos personales.

Recomiendo que traigas tus libros, pues si vas a pasar aquí todo el día será mejor que los tengas a mano, porque qué sería de ti sin tus libros (además, si no los traes vas a empezar a leer los míos, y fijo que querrás leer el mismo libro que esté leyendo yo). Creo también, que sería bueno que traigas tus propios calcetines, porque me carga no encontrar el par que me quiero poner porque alguien se me anticipó.

De la ropa interior no vamos ni a hablar, es bastante obvio. Recomiendo, además, que traigas un par de pantuflas, para que andemos a lo informal. También sería bueno que trajeras tu sillón rojo, con el mío se hará poco si vamos a ser dos. Por el cepillo de dientes no te preocupes, te puedo prestar el mío, y si te da asco, bueno, tengo dos.

Quizá debieras traer tu tazón, sabes que no me gusta prestar el mío, así no nos peleamos por tonteras y compartimos sin líos un buen café. Se me ocurre que también podrías traer tu música, no quiero ser dictatorial. Quiero ser bien clara en esto: si vas a instalarte en mi mente así, jugando de permanente, será mejor que nos empecemos a organizar. El orden, el aseo, la comida. Vamos a tener que hacer un sistema de turnos o de distribución de labores, porque sabemos cómo mata las pasiones las rutinas que no tienen buena distribución.

No me pongas esos ojos grandes. Me gusta mucho que estés acá. En general, mi mente recibe más visitantes que moradores, y tú tienes ese no se qué especial. Me gusta que permanezcas, rara vez te vas. De hecho, me encanta que a veces me esperes con el agua caliente, lista para tomarnos un té. Sí, poco a poco te conviertes en un pequeño amo de casa, yo me río no más. Ah. Por último, si mi mente va a ser tu casa, quisiera pedirte que traigas una pintura, un cuadro, una fotografía gigante o qué se yo. Así, hacemos que de casa, mi mente se convierta en tu hogar.




     

sábado, septiembre 07, 2013

La rutina de siempre.



A Sonia no le gusta usar maquillaje, sin embargo, se lo aplica sin falta todas las mañanas.
Llega del trabajo a las 7 pm, directo a preparar la cena.
Una vez lista, su marido se sienta en la mesa y prende el televisor. Come con la boca abierta, no mira a nadie más que el televisor. Su hijo, habla con ella, pero tampoco la mira a los ojos porque está concentrado en respondiendo su Whatsapp.
Termina la cena. Sonia lava y ordena. Es siempre en este punto que llega el infernal momento, ese momento secreto que Sonia cree no poder resistir más.
Su marido la llama a la pieza. Sonia acude. Rápidamente la desviste; no hay besos ni caricias como los había en otro tiempo, sólo un par de manos brutas y torpes, que con la grasa del pollo de la cena aún, recorren el cuerpo tenso y frígido de Sonia.
Su marido la da vuelta, la toma por el culo y la penetra sistemáticamente, liberando en el acto todo su deseo animal . Sólo entra y sale, no toca a Sonia más allá de lo necesario para sostenerla, sólo quiere llegar rápido al orgasmo. Aliviado y sudoroso, se percata de que su mujer no ha emitido ni un susurro, y que se tapa rápidamente el cuerpo con una toalla que estaba a la mano, apenas él termina.
Enojado, le pregunta que si acaso ya no la calienta, y Sonia enrabiada le grita que hace años que ya no la calienta, que se ha vuelto un animal que sólo la usa para saciarse, y que no recuerda la última vez que la calentó.
Exaltado, el hombre le grita que esa no es manera de tratar a su marido, que cómo se le ocurre faltarle el respeto y en su propia casa. Se acerca y la toma fuerte de la quijada, diciéndole que si ya no la satisface es porque de seguro ella anda deseando otros picos. Sonia quita la gruesa mano de su marido de su cara y le grita que quizás debiera ir a montarse encima de otros hombres, para recordar cómo se siente el placer.
El marido alterado, sin pensarlo,  lanza una cachetada a Sonia en la mejilla izquierda, con todas sus fuerzas, lanzándola al suelo en el acto. No satisfecho, se inclina sobre la mujer y le tira el pelo, diciéndole que es una puta malagradecida, que con él nunca le ha faltado nada. Iracundo, y con los ojos idos, le pega 7 cachetadas más, cada una más fuerte que la anterior.
Sonia resiste los golpes pensando en su familia, en las onces familiares de los Domingos y el rico kuchen que preparaba su mamá; también recuerda los veranos que pasó en la playa junto a sus amigas de la Universidad, en los que sólo tomaban sol y salían a bailar. En la cachetada número 5 recordó al amor de su juventud, con quien tuvo una relación de 3 años, la que terminó cuando ella conoció a Juan, quien ahora procedía a darle la cachetada número 7.
Luego de unos minutos y al borde de la inconsciencia, Sonia se incorpora con dificultad, con ardor y sangre en el rostro, mientras Juan yace exhausto en la cama, viendo televisión, como si nada hubiese sucedido.
Temblorosa y asustada, se dirige al baño, cierra el pestillo y enciende la ducha. Da llantos ahogados, procura llorar en silencio la tortura de su matrimonio. Bajo el agua caliente de la ducha se pone en posición fetal en el suelo, siente el agua cayendo por todo su cuerpo y sólo desea morirse. No quiere salir nunca más de ese baño ni de esa ducha. Ya no quiere vivir más. Pero no dejaría a su hijo solo con la bestia de su marido, es su instinto maternal lo único que le da motivos para existir.
Con una fuerza de voluntad tremenda, y agotada por llorar callada, sale de la ducha. Se seca el pelo y se pone el pijama. Se acuesta en la misma cama en donde duerme su torturador. Procura dormir pegada a la orilla, evitando cualquier tipo de contacto con Juan.
Toma su celular y configura la alarma a las 05.35 am. Mañana toca sesión de maquillaje larga -piensa- mientras se queda profundamente dormida.




*Cuento en honor a todas aquellas mujeres que sufren en el silencio, ya sea violencia física, psicológica, verbal, económica o cualquiera. Recuerda que tú no tienes la culpa de nada. No existe nada que puedas haber hecho para que la violencia sea tu castigo. Nada.